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Viedma Patagones: Primer borrador

Leda Aurea Garrafa

Me siento a escribir

Y los poemas huyen de mi mano

Como racimos

Como líneas de agua

Como dendritas de aire

Pero me siento, y espero

Que se entreguen

Que se detengan

Que quieran quedarse

Como los amigos

Como los cansados del camino

Como los que no tienen a la vista

Otro destino.

 

Alguno se garabatea

se tiende sobre la hoja

forma filos

en el papel remarcado.

Y alguno

se hace amigo

del hombre.

Deja de ser poema.

Se vuelve humano.

Me lo pasa...en limpio.

Me lo pasa…en limpio, como un texto. Eso muchas veces nos permite traspasar el límite de la palabra. La hablada, tiene más severos límites, queda apretada en el timbre o la garganta.

Entonces, decía, me lo dice sin decirme, pero yo me doy cuenta que me lo dice a mí, porque encuentro entre sus dichos algunas verdades…que si no, no serían importantes. Cuenta algunas cosas que solamente yo sé, lo hace a propósito, para que me dé cuenta. Introduce con sus dichos algunos indicios. Los plasma como ficción, pero me llegan como dato de la realidad. Y así, me envuelve en ese texto, me involucra. Cualquiera puede leerlo y darle otro significado, pero él sabe, que yo lo voy a leer desde otro lugar, que para mí, tendrá un significado inequívoco y único.

Entonces, bueno, el texto se transforma en un diálogo. De sordos, porque él no escucha mis palabras. Podrá imaginarlas, pronosticarlas, perseguirlas en algunos rastros de mi andar. Pero tiene la certeza, la ventaja, de saber que su mensaje llega. El toma la palabra por sus curvas, sus detalles. Sin pedirle permiso a ella, ni a mí.

Es allí cuando me siento sorprendida y vulnerable. Es allí, cuando me dice, suavemente y a los ojos, me llama“lector”, que siento el verdadero peligro de que un texto te atrape. Y no te deje volver.

Este texto corresponde a una producción en la que me encuentro trabajando con Hugo Gustavo Grisetti, con la dinámica de un feedback literario que se depura y corrige en forma conjunta, con el objetivo de publicar.